Que ser Puta no nos cueste tan caro

Bella Natasha

Ilustración: Gri Leo
Número 4 l Testimonios l ‒¿A qué te dedicás? ‒Soy trabajadora sexual, ¿vos? ¿Te imaginas un mundo así? Yo también me lo imaginé muchas veces.

‒ ¿A qué te dedicás?

‒ Soy trabajadora sexual, ¿vos?

¿Te imaginas un mundo así? Yo también me lo imaginé muchas veces.

En el mes de junio del año pasado, una tarde lluviosa de domingo, el Ministerio de Desarrollo Social lanzó ‒desde su web‒ un formulario oficial donde, por vez primera, el Estado incluía la categoría de “Trabajadores Sexuales” con el fin de reconocer y garantizar derechos laborales y habilitar el acceso a herramientas y programas sociales. Un domingo de suma importancia: el Estado nos estaba reconociendo como trabajadores y miembros de la economía popular, nos estaba preguntando qué modalidad de trabajo ejercíamos, se estaba interesando por nosotrxs, nos estaba dando la palabra.

Ante un Estado ausente respecto de la existencia de lxs TS[1], fue gigante la sorpresa para nosotrxs. Se trataba de algo realmente increíble.

En pocas horas nos inscribimos alrededor de ochocientxs trabajadores sexuales. La felicidad y la emoción poco tiempo duraron, ya que ese mismo día el formulario fue dado de baja, en medio de presiones y argumentos desesperados, emitidos desde el abolicionismo[2], obligándonos a regresar a la obscuridad y al vacío de derechos, un lugar que no decidimos habitar.


La vida se vuelve más hostil de lo que ya es cuando suponen por nosotras, cuando nos ignoran, cuando molestamos como seres activos, cuando conviene una puta callada y que agache la cabeza, porque las putas empoderadas, las putas que hablamos y nos autopercibimos como tales, espantamos y provocamos que se frunzan las narices. Por ahí dicen y dicen muchas cosas, y entre tantas de ellas, vos decís que mi trabajo no es digno, pero ‒para vos‒ ¿qué es un trabajo digno, y en tal caso, a vos te parece que es digna la clandestinidad, la marginación, el miedo y la falta de derechos?

Lo que convierte en sombrío, en turbio, en oscuro y peligroso nuestro trabajo no es el ejercicio del mismo, sino el ESTIGMA DE PUTA. Ese caminar que nos obliga a arrastrar la sociedad, un caminar despacio, sin hacer ruido, sin llamar la atención, tener que, muchas veces, hasta cuidar cómo nos vestimos para que las miradas peyorativas no se depositen sobre nuestros cuerpos y para que los murmullos no lleguen a nuestros oídos. Porque el Patriarcado ‒desde la infancia‒ estuvo presente cuando nos decían: No te vistás así, parecés una Puta.

Esa mirada represora de las decisiones ajenas, esa mirada que se atreve a indicar qué es lo que puedo o no hacer con mi cuerpo, esa mirada sin empatía y que emite juicios de valor, esa mirada es la que muchas veces nos anula y estigmatiza. Esa mirada es la que hace que mi trabajo no sea digno. Desde la clandestinidad resistimos durante siglos hasta que no aguantamos más y empezamos a gritar que trabajo sexual es trabajo, pero también que trabajo sexual no sólo es trabajo, sino que ‒sobre todo‒ es mucho trabajo.

Construir la identidad de PUTA de la cual sentirnos orgullosas, sin mentiras ni doble vida, a muchas nos lleva un largo tiempo, a otras compañeras toda la vida.

Y quizá me estás leyendo y te preguntás irónicamente ¿por qué construir esta identidad lleva tiempo?: porque la puta siempre incomoda, la puta es una de las imágenes más cristalizadas de lo prohibido, eso que no todas las personas se atreven a vivir/hacer. La puta es ‒por naturaleza‒ incorrecta en una sociedad llena de tabúes e hipocresías, entonces: imaginá lo difícil que es manifestar una identidad de puta, sabiendo que ante ojos prejuiciosos y poco empáticos nada bueno representamos.

Cuando decís que somos víctimas, condicionadas por las circunstancias, que no elegimos este trabajo con libertad, por ratos parece que te olvidás de que vivimos dentro de un sistema capitalista, que nos exige producir dinero o morir en el intento, para no desesperar y así poder pagar nuestras necesidades básicas. Al parecer te olvidás o no querés aceptar que en este sistema todxs nos prostituimos, vos también y es en este sistema donde se trabaja con el cuerpo, con todo el cuerpo. Entonces sacame el rosario de mis zonas erógenas, yo elijo usar mi capital erótico, yo elijo lucrar con algo que nos hicieron creer que nos convierte en malas mujeres. Por estas ideas es que se arman dos filas: la de las buenas y castas mujeres, y la de nosotras; del otro lado: las brujas, las putas, las malas, las marginadas, las sucias, las invisibles, las que tenemos que caminar en puntas de pie para que el sonido de nuestros tacos no les perturbe su moral.

Las putas elegimos, lo único que no elegimos es vivir en las sombras, en la clandestinidad y sin derechos.

Hace tres años atrás estaba de viaje con una amiga, en otro país, y siempre sobrevolaba sobre mi persona una pregunta, esa pregunta que es la pesadilla, que resulta invasiva porque socialmente hay cosas que escandalizan, que dicen que están mal, que son incorrectas, hay cosas de las que no se hablan. Este interrogante me torturó por años, la magia del mundo desaparecía cuando alguien ‒casualmente‒ me preguntaba: ¿A qué te dedicas?, y me veía a mí misma correr por mi mente, inventando setecientos trabajos diferentes, oficios, profesiones, mentiras. Esa tarde le dije a mi amiga: “un día, te juro, cuando me pregunten a qué me dedico, les voy a decir la verdad, les voy a decir que soy trabajadora sexual”. Mi amiga me miró, entre atónita e incrédula, pero, en el fondo, con un poco de miedo, porque ella sabía que un día me iba a cansar de mentir, de inventar, de justificar y de esforzarme por demostrar que mi dinero provenía de otro trabajo.

Ese día se hizo esperar, se hizo esperar porque yo también sabía que era un viaje de ida, pero un viaje liberador, ese que consiste en recuperar la dignidad que me quitó la sociedad, caminar con la espalda erguida, con los ojos mirando otros ojos, sin vergüenza y sin miedo.

También pasa, además de todo lo que ya dije, que hay preconceptos muy instalados en el colectivo social, preconceptos tales como que por ejercer el Trabajo Sexual obtenemos dinero fácil y ahí viene otro de nuestros tantos problemas: las putas siempre terminamos pagando más caro todo.

Por ejercer nuestro trabajo pagamos más caro alquileres, prestaciones y muchas otras cosas; cuando saben que somos putas siempre nos la cobran. En una sociedad desigual, donde parece que se mide con una regla con cuántas personas te acostaste y qué horror si además te pagaron, así vivimos.


Por eso es que te interpelo a vos, interpelo al discurso abolicionista, para exigirles que no hablen por nosotras, nosotras podemos hablar, nos callaron durante mucho tiempo, pero ya no más. No se puede hablar de un trabajo y sus características, sin ejercerlo, desconociendo millones de aristas, sin hacer un recorrido territorial, no se puede hablar de las putas sin conocer la realidad de las putas.

¿Por qué mi trabajo es menos trabajo o menos valioso que otro, que el tuyo, por ejemplo, que hacés tan prolijamente, como si fueras más y mejor persona que yo?

Yo también, nosotras también elegimos quién nos toca la jalea y cuánto le cobramos por eso, y bajo qué condiciones todo eso sucede.

Hablo del Trabajo Sexual libre, autogestionado, por voluntad propia en ejercicio de la mayoría de edad. Mujer, no me mirés como víctima, no me callés, no invalidés mi discurso, no me quités derechos ni dignidad, no luchés en mi contra, en contra nuestra, luchá junto a nosotras, un poco de empatía y sororidad siempre hacen de esta sociedad un lugar más habitable para todas.

Lxs Trabajadorxs Sexuales necesitamos una ley que regule nuestro trabajo.

¿Para qué?

Para que podamos gozar de todos los derechos y cumplir con todas las obligaciones que tiene cualquier/a trabajador/a en nuestro país.

Ilustración: Gri Leo

Porque es la única manera de salir de la clandestinidad y defender nuestros derechos.

Para terminar con la discriminación y estigmatización de quienes ejercemos el Trabajo Sexual.

Y porque estamos convencidas de que esta Ley ayudará a combatir la trata de personas y el proxenetismo[3].


Hablo del Trabajo Sexual en primera persona sin romantizarlo, pero sin demonizarlo, porque quizás vos ‒desde tus privilegios‒ no puedas ponerte en nuestros zapatos y comprender que este también es un trabajo más dentro del sistema capitalista, que somos millones de TS les que elegimos este trabajo por encima de otras opciones laborales, elegimos, optamos, porque en este sistema capitalista ‒voraz y monstruoso‒ cada unx se prostituye como puede.

Feminismo también es respetar lo que otra persona elige hacer con su vida y cuerpo, aunque quizá vos no lo elegirías. No me salvés del deseo, yo no te lo pedí. Prefiero estar a salvo de tu mirada que me compadece y me anula de todo eso que yo misma configuro porque te dijeron ‒desde chiquita‒ que las putas somos enemigas públicas.

Que ser puta no nos cueste tan caro.

Notas

[1] En adelante, TS = Trabajadores Sexuales.

[2] El Abolicionismo es un sector del feminismo –penosamente mayoritario– que brega por la desaparición de todo tipo de Trabajo Sexual por considerarlo peligroso, cosificante y sinónimo de trata de personas. A esta fuerza política nos enfrentamos quienes luchamos por la regulación del mismo y nos vinculamos en el sindicato AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina), que se formó a fines de 1994.

[3] Si les interesa informarse más, pueden visitar la página oficial de AMMAR de donde extraje textualmente cuáles son algunas de nuestras reivindicaciones: https://www.ammar.org.ar/-Quienes-somos-.html

Bella Natasha

Trabajadora Sexual y Trabajadora Sexual Virtual, estudiante, Modelo Erótica y, a veces, escritora. Nació en Salta, aunque hace más de 12 años vive en Tucumán. Forma parte del sindicato AMMAR (Asociación Mujeres Meretrices de la Argentina), al que está afiliada hace tres años y militando de forma activa desde hace uno. En el año 2020, en abril, cuando la pandemia puso en evidencia la precarización de las Trabajadoras Sexuales de la provincia, organizó una colecta por y para las TS, que se sostuvo durante todo el año pasado, también buscando de forma amigable generar empatía y conciencia de clase en la sociedad.

Instagram: @bellanatashaok