Dinosaurios tristes

Los dinosaurios son un momento de quiebre en la niñez. Con ellos descubrimos lo pequeñxs que somos: el universo es gigante y siempre podemos ser la hormiga de alguien más. Descubrimos también la enorme antigüedad de nuestro mundo. Millones de años. Es la primera ventana a una consciencia de todo lo que hay para conocer.

Para quienes nacimos alrededor de los noventa los dinosaurios han sido también una fuente de decepción. Compramos, ilusionadxs, unos pequeños animales de goma que -en exposición al agua- crecerían. Fantaseamos con que crezcan como pequeñas mascotas. Creímos en ellos. Y ellos sólo se hincharon. Fueron la mascota que nadie pudo tener.

Descubrimos su ternura con la película animada Dinosaurios. Sufrimos su sed en el desierto y nos alegramos cuando presionando la tierra encontraron agua. Nos angustió entonces que se hayan extinguido. Después vimos Jurassic Park y entendimos que la convivencia no era posible.

Ahora Pablo Espinoza nos presenta estos dinosaurios que se parecen a nosotrxs. Dinosaurios tristes haciendo cosas pequeñas. Dinosaurios a los que no les importan sus magníficos cuerpos. Prefieren las pantallas que simulan un encuentro con el otro. Deshojan margaritas y se dedican a la espera. Leen con una esperanza modesta, buscan alguna manera de no fracasar tan seguido. Nada más que eso.

De fondo parece escucharse el sonido de un meteorito que cae sin llamar la atención de nadie. Y tal vez sea lo mejor. Nuestra extinción no será el fin del mundo. Ojalá las especies del futuro nos miren con el cariño con el que nosotrxs y Pablo hemos mirado a los dinosaurios. Ojalá.