Infancias en banda: niñez y pobreza en Argentina

Melina Yácumo

Ilustración: Antonio Berni

Según los últimos datos revelados por el INDEC, en Argentina, un 42% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, dentro de esa población un 10,5% se encuentra en condición de indigencia. Según las estadísticas, lxs niñxs son el grupo etáreo más golpeado, más de la mitad (57,7%) de las personas menores de 14 años son pobres. Prácticamente 6 de cada 10 niñxs están por debajo de la línea de pobreza. El mayor crecimiento con relación al semestre anterior fue en este grupo con un aumento de 1,4%.

Ahora bien, qué pasa cuando empezamos a pensar más allá de los números, cuando a estos datos los pensamos en relación a sujetxs, a historias, a condiciones materiales de existencia. Cuando a cada número le ponemos un nombre, un rostro.

La mirada sobre las infancias en nuestro país está atravesada por la construcción mediática. El tratamiento que se hace de los temas vinculados a lxs niñxs, en la mayoría de los casos, borra las historias individuales, el contexto histórico social, las problemáticas profundas. Las figuras que se muestran de las infancias aparecen vaciadas de historia y cuando se tiene en cuenta esa historia es sólo para crear el retrato del niñx “ejemplo”, esxs niñxs que han logrado superar adversidades y han podido generar conductas que mueven la compasión y empatía social.

Un claro ejemplo en Tucumán ha sido una noticia, hace unos años, relacionada a una niña que hacía sus deberes sentada en la vereda, en los recreos que le regalaban el trapito, el haragán y la botella con agua y detergente. En minutos la noticia se viralizó, la foto de la niña circuló por todos lados mientras se iban conociendo datos de ella: su nombre, apellido, escuela a la que asistía. Hubo una catarata de mensajes ofreciendo ayuda, útiles, ropa, y todo lo que ella necesitara. Se aplaudía su esfuerzo, se la elogiaba, se la volvía ejemplo pero nadie se preguntaba por los derechos de esa niña, nadie reparaba en la violencia de hacer circular esa imagen sin consentimiento, en revelar datos de su vida privada como si ella fuese una cosa sobre la que se puede decidir. Tampoco parecía preocupar que se tratara de una niña expuesta diariamente a innumerables peligros y ni hablar de la ausencia del Estado, del fracaso en políticas sociales, de deudas históricas, de trabajo y explotación infantil.

Estas historias de niñxs “ejemplo” llegan con una fuerza arrolladora a mover la compasión social para luego de unos días, en el mejor de los casos, pasar a formar parte de esas cosas olvidables, de todo eso que es descartable. Imágenes instantáneas desprovistas de memoria, de historicidad.

Las figuras contrapuestas del niño “peligroso” y del niño “ejemplo” inundan los medios, conformándose en representaciones sociales en las que la asimetría económica y social es borrada. Y por tanto, queda fuera de foco el lugar de responsabilidad del adulto. En el discurso mediático, la figura del niñx “peligrosx” aparece vinculada a la historia delictiva, "pibes chorros", "menores", "punguitas", "villeros", son sólo algunos de los rótulos que los medios han ido instalando y que muchas personas han adoptado para construir un discurso cargado de violencia que estigmatiza a lxs niñxs y lxs coloca en un lugar del que cada vez es más difícil salir. Un discurso que lxs construye como enemigxs, como la otredad que hay que eliminar. Un discurso que busca deshumanizarlxs, arrancarles su condición de niñxs y que se encuentra arraigado fuertemente en nuestra sociedad producto del bombardeo mediático. Debido a la imagen que eligen mostrar de lxs niñxs, a la repetición de un relato que lxs muestra como víctimas o victimarixs sin matices y que se multiplica sin escala volviéndose parte de la vida diaria y llegándose a percibir como lo real.

Estas representaciones en torno a la figura de lxs niñxs pobres (cómo lxs imaginamos) mediatizan nuestra relación con ellxs. En la noche, entre la música y las lucecitas de kermes, entre pintas y risas, prestamos atención a lxs que se acercan amables, limpitxs, a lxs que saludan, piden por favor y agradecen. A lxs que nos cuentan que están trabajando, que eligen no robar, que además estudian. ¿Y el resto? ¿Y lxs que se apartan de eso? Qué pasa con todxs lxs niñxs que entran a los gritos a un bar, insultando a sus amigitxs, llevándonos puestos, con esxs que no han aprendido a pedirnos por favor, a saludarnos amablemente, con esxs que no tienen ganas de ser “amables”, de ser niñxs “ejemplo”? Con ellxs parece no haber empatía posible, borramos su humanidad sólo porque se aparta de lo que nosotrxs consideramos humanidad. Les exigimos redención, arrepentimiento y todas esas cosas que tan bien nos ha enseñado a valorar la religión: si roba que se arrepienta, si insulta que pida disculpas, si me empuja que sienta pena y que cumpla con su penitencia.

Como solución a esa "molestia" que lxs niñxs pobres generan aparecen los pedidos de multiplicación de los mecanismos de control, el recrudecimiento de las penas y el pedido de la baja a la edad de imputabilidad.

Exigimos a nuestrxs chicxs que se comporten como niñxs cuando viven a diario situaciones que ningún/a niñx debería vivir, cuando conviven con una violencia extrema que van naturalizando y asumiendo como lo que les toca. Caminan sin que lxs veamos, sumando miradas de miedo, de desprecio, sumando lugares a los que no pueden ni entrar porque seguro nos roban. El estado lxs invisiviliza, la sociedad lxs condena, los medios lxs construyen como monstruos a quienes debemos temer, lxs adultxs que debieran cuidarlxs lxs violentan... y así crecen nuestrxs niñxs y nosotrxs les exigimos transformar toda la violencia que lxs marca desde que nacen en amor, como si nosotrxs les hubiésemos mostrado nuestro lado amoroso, como si nosotrxs tuviésemos una mirada de amor para ellxs.

A lxs pibxs pobres se les exige demasiado y más.... a lxs pibxs pobres se les exigen conductas ejemplares, se espera que ellxs sean lxs portadorxs de todos los "valores" que la sociedad considera "buenos" o "decentes" aun cuando el camino que transitan poco tiene que ver con el que se supone deben transitar todxs lxs niñxs. Y si no pueden cumplir con las expectativas de la sociedad entonces ahí están las "personas de bien", sedientas de odio, queriendo dar lecciones de ejemplaridad y castigando lo "indecente", las "personas de bien" dispuestas a golpear, linchar, insultar a nuestrxs pibxs en nombre de la justicia y los "valores" para que aprendan, claro, esxs pibxs "marginales", "negros", "maleducados", para que aprendan de toda esa "gente bien y de bien".

Tenemos una deuda histórica: construir una sociedad en la que las infancias sean un lugar lindo y seguro para transitar.

Romper los binarismos niñxs buenxs/niños malxs, niñxs peligrosxs/niñxs ejemplo es urgente. Hacer conscientes nuestras representaciones sobre las infancias y sobre les niñes, entender que son eso, representaciones y no la realidad, ponerlas en tela de juicio, repensarlas, desandarlas, debatirlas. Sigue siendo una tarea pendiente y quizás ese sea el puntapié para iniciar un camino diferente, con nuevas construcciones de sentido, un camino más amable y amoroso para nuestrxs niñxs.

Melina Yácumo

Nacida un 17 de mayo de 1986, en Tucumán, pasó la mayor parte de su vida en su querido Villa Alem. Profesora de letras, militante por las infancias y adolescencias, miembro de la Mesa No a la Baja de la edad de Punibildad Tucumán, voluntaria en diferentes hogares desde 2005. Junto a un grupo de amigas fundó el voluntariado Dibujando Sonrisas. Diplomada en Niñas, niños y adolescentes, sujetos de derecho (UBA). A veces escribe relatos cortos, la mayoría de las veces ellos no ven la luz.

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